Un análisis sobre el Boiler Room en Bogotá entonces quizá es más de lo mismo, pero fue una noche para celebrar el sonido local entonces no
En su sexta edición, Boiler Room volvió a Bogotá para celebrar eso que desde hace un tiempo llaman latin club. Un análisis cronicudo de lo que fue una noche para el recuerdo de las escenas locales.
‘El desorden total del Carnaval’, de DJ Roberto Carlos, un clásico carnavalero que nos ha acompañado toda la vida en matrimonios, minitecas, quinces y en el resto de eventos que conforman el tuétano de la fiesta colombiana, retumbó como un himno el pasado jueves 8 de agosto por todo Gate Club en una nueva edición de Boiler Room en Bogotá, justo antes de la medianoche.
“¡Aquí está tu verdadero Latincore!”, gritaba enloquecido por el micrófono el DJ y productor colombo-boricua BClip, mientras la gente, agolpada a su alrededor, sacudía sus cuerpos apretados al mejor estilo de la hora loca, un momento motriz fundamental de nuestra crianza, que moldeó nuestro baile en las fiestas para nuestra infancia, adolescencia y adultez.
La noche del sexto Boiler Room Bogotá, y el tercero hecho junto a Ballantine’s True Music Studios se anunció por redes sociales con una novedad: esta vez el cartel iba a ser curado por Bitterbabe, Laura Solarte, una DJ, productora bogotana y parte del bien conocido sello Tratratrax, que luego de surgir de las pistas bogotanas hace varios años, y terminar de forjar su carrera musical y su sonido en ciudades como Miami y Berlín, hoy en día se ha convertido, a pulso, en una de las grandes referentes globales de eso que medios, newsletters, redes sociales y promotores han llamado latin club o club latino.
El término, que lleva ya un par de años sonando por ahí, intenta, de forma problemática, amalgamar y aplanar en un solo término los sonidos, subculturas, subgéneros, tendencias sonoras, herencias musicales raciales y culturales de decenas de países de nuestra región, cuyo posible hilo en común (si es que lo hay) es su ‘funcionalidad’ para darle otro aire a las pistas de baile del norte global. Una etiqueta que viene de allá, precisamente, pero que al mismo tiempo ha sido aprovechada de forma estratégica por artistas como Bitterbabe a la hora de definir su sonido, crecer su proyecto musical, traducirlo a oídos de otras latitudes, y abrirse un espacio reconocido en los mejores clubes y festivales del mundo.
Así, con la etiqueta estirada del latin club como eje central de la noche, la curaduría musical de Bitterbabe trató de mantener un balance entre la nueva sangre de exportación, con Brenda y María Manuela, la consagración de un camino único y valiente, recorrido por el BClip, lo más local y bailable con Sol Tornasol, y el respeto hacia un pionero de nuestra guaracha, con Fumaratto cerrando. Y claro, Bitterbabe como bisagra y representante internacional de todas esas propuestas sonoras.
La noche arrancó horas antes afuera del lugar, con un mar de gente que llegaba a sumar al caos de la entrada, todxs vestidxs cuidadosamente para aportar al estilo de la noche: sombreros vaqueros, arneses, abanicos, mallas, transparencias y escotes combinados con chaquetas de cuero, o pintas enteras de color verde Brat. Eso sí, todo combinado con las infaltables gafas oscuras, para dejar claro el statement de fiesta desde la entrada, a pesar de ser jueves posfestivo.
A las 9:00 p.m. Sol Tornasol se había bajado, Brenda y María Manuela arrancaban y la fila seguía sin avanzar. Entramos con ayuda para no perdernos el set de la pareja de la escena local que más me emocionan hoy en día. Recién llegadxs de su gira europea, sabía de sus nervios: ‘Llevamos un mes ensayando este set todos los días’, me dijo María Manuela un par de días antes. Quizá su confesión influenció mi escucha, porque el set me hizo pensar en el detalle meticuloso propio de Brenda, que se ha notado en sets como el del pasado Escándalo. La selección del Boiler tuvo una agenda de intenciones claras: la de hacernos bailar sin dejar de ser warmup, la de mostrar esa vanguardia sonora de la que están llenxs ambxs artistas, pero también mostrar respeto a quienes les preceden. Intención, también, de seguir construyendo ese puente posible entre los sonidos UK y los de acá, una fijación de años recientes por parte de algunos de lxs artistas más reconocidxs del país.
Así, un remix de ‘Brighter Days’ de Cajmere se mezclaba con el dancehall clásico mueveculos ‘Pull Up’ de Mr Vegas, para dar paso al gozo total con un edit de ‘Club Classics’, un himno del Brat summer. También nos llevaron de un UK garage dubstepero, a producciones propias como ‘Cholo’, de Brenda, uno de los momentos éxtasis de la noche. Al final, un cierre que alumbró el horizonte inmediato de la música local con el tema ‘Tapabocas de Piolín’, de Saikoro, uno de los productores que más moviliza las escenas locales de la generacion Z, y uno de los productores que más moviliza mi corazón de treintañera, que retumbó por el lugar.
En una hora, esta dupla poderosa nos mostró el camino emocionante que tienen por delante, y la lectura refrescante y juguetona que hacen de los sonidos actuales. Un relevo de nueva sangre que llegó hace un rato, que tiene mucho potencial, y que honra el esprítu de esta generación: una que dejó de sacralizar tanto para arriesgarse y divertirse más.
A las 10 de la noche Bitterbabe se montó en el escenario, imponente, con su traje plateado de anillas de latas recicladas. En pocos minutos, el estalle de la noche subió dos escalones con una guaracha technerita hipnótica. Sus selecciones se enfocaron más en el movimiento corporal, emparejando géneros más tradicionales de la música electrónica con lo que ha crecido por estas latitudes: techno con guaracha, funk carioca con tech house, algo de kuduro con el siempre infalible uk garage, para luego homenajear a Venezuela con algo de raptor house. Luego, un momento cumbre con ‘Prende la fiesta’, el clásico guarachero de Fumaratto y Dj Dasten, haciendo un guiño a lo que nos esperaba esa noche.
Su set puede compararse a lo que ha sido la carrera de Bitterbabe en estos años: una bisagra musical que evolucionó de sonido nutriéndose de su entorno, y que ahora salta exitosamente entre continentes cargando, conscientemente, un bagaje enorme de sonidos regionales para visibilizar, empujar límites sonoros, y terminar de consolidarse como una líder del llamado latin club que, sí, es una carta de doble filo para la música producida en Latinoamérica, pero nos ha dado un nuevo protagonismo.
11 de la noche y ariba está BClip como penúltimo acto de este Boiler Room, cofundador del sello Paria Records, enfocado en amplificar los sonidos periféricos de la región, y autoproclamado OG de lo que él llama la ‘grasa’, el ‘sebo’, los sonidos del ghetto latinoamericano y caribe. Luego de unos días, pienso que BClip, quien hace unos años lanzaba pullas virtuales contra Boiler Room True Music Studios, esta vez decidió jugar el juego, ser estratégico, y sacar el mayor provecho posible de su hora de set. Esto para hacer un recorrido, casi que arqueológico, por los sonidos que menos han tenido resonancia en la escena global. Una sesión pensada en ayudar, así fuera en algo, a saldar esa deuda histórica que el norte global tiene con nuestro territorio. Una relación profundamente desigual, en la cual el extractivismo no solo ha sido de recursos naturales sino también cultural y, por ende, musical.
Su sesión arrancó en la punta norte del país, con champetas azarosas que luego fueron transformándose en perreos subterráneos o riddims más acompasados. El público, ya en elevación colectiva máxima, se dejó gobernar por el reino de la grasa y bailó kuduro, música picotera, dembow, perreo, hardcore merengue, y todas las grietas sónicas que hubo en la mitad de su live. De repente, contagiado por esa ascensión colectiva, BClip se montó arriba del booth, micrófono en mano, cubierto con un chaleco negro, para interpretar en vivo R.P.M.P, un clásico de las épocas de Boom Full Meke, el dúo de neo perreo picotero que creó con Monosóniko años atrás.
Saludando a los suyos a gritos, manoteando con rabia y pisando duro al lado de las unidades, con el peso aplomado de quien sabe que le debían ese lugar hace rato, lo de BClip en el Boiler Room fue un disturbio político sonoro, que sin media consigna, dejó claro el mensaje. A medida que avanzaba su set, BClip nos enfrentó a verdades que muchxs no habían contemplado antes en la pista de baile: que la velocidad del merengue se da las manos con el trance, o que el funk carioca puede compartir el mismo lugar que el hardtechno en un set. Que hoy por hoy la guaracha es una de las bases sonoras de nuestras fiestas, y que todo puede terminar con una pulla vallenata bien arrojada como la que hicieron los Meridian Brothers y el Conjunto Medialuna hace unos años.
Sobre todo, que la música que nos ha visto crecer, como ese ‘Desorden total del Carnaval’, de DJ Roberto Carlos, también hace parte de ese universo que llamamos electrónico y que llamamos latin club, solo que esa devoción colonial con la que hemos aprendido a consumir música electrónica nos ha hecho pensar que no es posible. Y luego de muchos años, por fin empieza a calar el mensaje de artistas que llevan consagrándose no en el Boiler, sino en cada club, roto y fiesta autogestionada de varias ciudades del país, incomodando oídos, atrayendo fieles, abriendo nichos y amplificando el mensaje de que acá, en nuestro terruño, hay un universo de sonidos electrónicos para explorar y para volver a consumir, ahora desde la postura política de la curiosidad, la redistribución y el orgullo de bailar lo de acá.
Una imagen para la historia: el abrazo desbocado que BClip le dio a la artista Nadia Granados apenas bajó del escenario. Una compañera de camino y otra gran exponente de esa grasa y de ese sebo en otro campo de las artes.
Invitado desde otros clubes, otros rotos y otros remates, Fumaratto, gran embajador de la guaracha, se subió a cerrar un Boiler Room lleno de reivindicaciones necesarias. Con un emotivo edit guarachero del clásico ‘El pescador’, de Totó la Momposina, Fumaratto abrió el final de la noche y nos condujo por el recorrido histórico de un subgénero electrónico que ha tenido que superar, entre otras cosas, el clasismo regionalista del interior. Para que Fumaratto tocara esa noche y fuera celebrado, tuvieron que pasar más de 10 años, mucho odio en redes, textos de análisis gomelos escritos en Chapinero, conversatorios sin respuesta, un Estéreo Picnic, muchas fiestas y aprobación internacional. Me atrevería a decir, con temor a errar, que la guaracha fue aceptada afuera de Colombia antes que de manera amplia en Bogotá. Eso debería decirnos mucho de los sesgos con los que construimos escena local.
Ataviado con una camiseta del Pibe, y su ya legendaria cabeza de conejo, Fumaratto tocó himnos propios como Me Provocas, al tiempo que rendía tributo a clásicos que han forjado el sonido de la guaracha: el estallido legendario de Inina Tora, mezclado con los sonidos de Bora Bora, que hace años nos parecían un gusto culposo. El estalle peligroso de Que todo de Elee Bermudez sirvió de antesala para una escena épica de la noche: las míticas trompetas de Baila Conmigo tronando en Gate Club, quizá el primer tema que puso a la guaracha en el panorama global, de la mano de DJ Daivy. Hoy, varios años después, conmovida por la escena, sentía que se estaba cerrando alguna especie de círculo con Fumaratto cerrando este Boiler Room.
En medio de la turbulencia mental de la fiesta tuiteé que por fin nos dábamos cuenta de que no necesitábamos aprobación externa, pero que igual se sentía bien que nos estuvieran mirando de afuera por este sonido. Si pudiera volver a tuitear desde la fiesta (casi nunca sale bien), diría que más bien hemos tardado muchos años en tener aprobación interna de estas músicas.
Así pasa con tantas expresiones culturales, y así mismo ha pasado con el llamado latin club: la atención del norte global nos hizo valorar décadas de sonidos propios que nos vieron crecer y que forjaron la música actual. Ojalá no necesitáramos de un Boiler Room para verlo pero, ya que pasó, la mejor estrategia es aprovechar esa visibilidad para que las escenas locales avancen juntas, un paso de baile a la vez.
Que bello artículo,
lleno de esperanza para nuestros sonidos locales ❤️🔥